Al finalizar la lectura de este libro de memorias, pienso en el extraordinario mérito, cicatéramente reconocido, de aquellas personas que, sacrificando lo que entendemos como vida propia ó particular, dedicaron el mejor tiempo de su existencia a la búsqueda de esa preciosa utopía de libertad, igualdad y justicia.
Sin duda alguna, Simón Sánchez Montero se encuentra en lugar preferente entre todas ellas.
En ésta, su obra, se aprecia la fuerza de sus ideales, a los que se mantiene fiel de forma perma- nente, independientemente, o quizás, precisamente, por ello, de las persecuciones y diversos encarcelamientos sufridos, desde la finalización de la guerra civil, hasta el año 1976.
Su mayor deseo, el ver conseguida la unidad en las fuerzas políticas de izquierda, no llegó a pro-ducirse, pese a su lucha infatigable, desde sus puestos en la dirección del P.C.E. y más tarde des-de los de I.U.
Dejó sus cargos directivos, que no los de militancia, en 1.991. Resulta obsceno que, a este hombre sencillo, humano, luchador infatigable por los principios utópicos que antes señalaba, no se le rindiese, al menos, desde los "suyos", el homenaje de admiración y respeto que merecía.
Particularmente, en el recorrido de estas memorias, he recordado muchos de los acontecimientos producidos a lo largo de los años, unos, vividos directamente desde la "barrera", otros, a través de testimonios de personas cercanas (mi suegro fue compañero-camarada de cárcel, de Simón Sánchez Montero).
Para acabar, los dos primeros capítulos, ajenos a la política en sí, en la medida que ésta pueda ser ajena, muestran, con una descripción sencilla y emotiva, el ambiente humilde de la vida real en el pueblo castellano-toledano, donde nació, y, un retrato claro de la situación laboral en la capital (Madrid) de las clases humildes, a finales de los años 20, a las que, obligado por la necesidad de subsistencia, se incorporó a los 12 años de edad. Con la perspectiva de hoy, e , incluso de "ayer", no se me ocurre otra cosa que decir. Increible, pero cierto.
21.02.05
Sin duda alguna, Simón Sánchez Montero se encuentra en lugar preferente entre todas ellas.
En ésta, su obra, se aprecia la fuerza de sus ideales, a los que se mantiene fiel de forma perma- nente, independientemente, o quizás, precisamente, por ello, de las persecuciones y diversos encarcelamientos sufridos, desde la finalización de la guerra civil, hasta el año 1976.
Su mayor deseo, el ver conseguida la unidad en las fuerzas políticas de izquierda, no llegó a pro-ducirse, pese a su lucha infatigable, desde sus puestos en la dirección del P.C.E. y más tarde des-de los de I.U.
Dejó sus cargos directivos, que no los de militancia, en 1.991. Resulta obsceno que, a este hombre sencillo, humano, luchador infatigable por los principios utópicos que antes señalaba, no se le rindiese, al menos, desde los "suyos", el homenaje de admiración y respeto que merecía.
Particularmente, en el recorrido de estas memorias, he recordado muchos de los acontecimientos producidos a lo largo de los años, unos, vividos directamente desde la "barrera", otros, a través de testimonios de personas cercanas (mi suegro fue compañero-camarada de cárcel, de Simón Sánchez Montero).
Para acabar, los dos primeros capítulos, ajenos a la política en sí, en la medida que ésta pueda ser ajena, muestran, con una descripción sencilla y emotiva, el ambiente humilde de la vida real en el pueblo castellano-toledano, donde nació, y, un retrato claro de la situación laboral en la capital (Madrid) de las clases humildes, a finales de los años 20, a las que, obligado por la necesidad de subsistencia, se incorporó a los 12 años de edad. Con la perspectiva de hoy, e , incluso de "ayer", no se me ocurre otra cosa que decir. Increible, pero cierto.
21.02.05
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