Por deferencia, que agradezo, de mi compañero Esteban, llega a mis manos esta novela-ensayo, de cuya lectura la única satisfacción que he obtenido es la que me proporciona el poder hacer el presente comentario.
No creo que a la mayoría de los que hayan leido esta obra les pueda haber aportado ningún tipo de bienestar, físico o espiritual. Es más, soy de la opinión que a cualquier común de los mortales, como yo, gentes con sus alegrías, tristezas, problemas, esperanzas, etc., este texto, no deja de ser un rollo macabeo.
Y es que, la negatividad del personaje protagonista, ingeniero informático, que a sus treinta años está ya de "vuelta" en todos los aspectos vitales de la sociedad que vivimos, por mucho que pretenda disfrazarla de realismo actual, cuando menos, resulta descabellada
De este autor, Michel Houellebecq, no había leido con anterioridad ninguno de sus trabajos. Mucho me temo que no se me ocurrirá hacerlo en el futuro.
19.06.08
1 comentario:
Vagando ociosamente por Internet, decido buscar la presencia en la Web de alguna página donde se contenga alguna referencia a D. Senén Corroto, mi profesor de Literatura, Francés, Religión y quién sabe cuántas cosas más, y me encuentro con un antiguo alumno suyo quien, como yo, cursó estudios en el Isidro Almazán, aunque diez años antes que yo. Un saludo, condiscípulo. No recuerdo, como tú, de qué modo nos habló de Cervantes don Senén, pero sí tengo muy presente de qué modo me hizo descubrir el extraño sonido del castellano antiguo con el Auto de los Reyes Magos ("verlo he otra vegada, / si es verdat o si es nada"), el vibrante estruendo de Rubén Darío ("Ya viene el cortejo"), el temeroso silencio de Manuel Machado ("El ciego sol, la sed y la fatiga. / Por la terrible estepa castellana, / al destierro, con doce de los suyos / -polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.") o el cantarín español de García Lorca ("Zapatos color corinto, / medallones de marfil / y ese cutis amasado / con aceituna y jazmín"). En fin que mi interés por la literatura, aparte de influencias familiares, cuenta entre sus cimientos a Don Senén. Sí es cierto que Don Senén tenía sus particulariades (¿qué alumno no se las descubre a sus profesores, o, en su defecto, se las achaca?), entre ellas, su pasión por el gerundio en lugar del imperativo ("atendiendo", "callando"), pero era un hombre entregado a su profesión a quien, desde aquí, recuerdo con agradecimiento. Un saludo de nuevo.
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