jueves, 23 de mayo de 2013

"Suprema injusticia" de María Garzón

Hace diez años, en el verano de 2.002, leí el libro escrito por Pilar Urbano sobre la biografía del juez Garzón, titulado "Garzón: El hombre que veía
amanecer". Obviamente, la biografía, realizada a través de las diversas
conversaciones-entrevistas mantenidas por la autora con el juez, es incompleta ya que las vivencias narradas concluían a finales del año 2.000.
 
Bien, aquel libro me dejó una impresión excelente, tanto del juez como tal,
como de sus cualidades como persona decente y honrada y así lo dejé plasmado al final del mismo con un escueto "muy bueno e interesante",
(en aquellos entonces, todavía, no hacía estos más extensos comentarios
que incorporo al final de los libros o novelas que leo).
 
 
Lo que resultaba impredecible e inconcebible es que, diez años después, Baltasar Garzón, el juez decente, honrado, siempre vigilante de que la
justicia fuese aplicada correctamente, sin importar quién o quienes, o
de qué color político fueran los infractores, estuviera fuera de la carrera judicial, expulsado de una manera tan asquerosa y miserable como lo ha sido,
precisamente, por "los 7 compañeros", componentes del "gran" jurado de la
sala del Tribunal Supremo que le "ajustició".

Está clara la calaña de esos magistrados que, en mi opinión y no creo
equivocarme, anteponen los intereses de aquellos que les nombraron para el puesto, y por lo tanto, no podían consentir el esclarecimiento del caso Gürtel.
Si a esto se le añade la ideología ultra franquista de bastantes de ellos, bien
podemos convenir que, en España, es practicamente imposible poder impartir
Justicia, con mayúscula, en determinados temas.
 
 
Ahora, a modo de homenaje a su padre, María Garzón ha escrito este libro que, de forma sencilla, nos hace un compendio de las vicisitudes vividas en
estos difíciles últimos años, tanto por ella como por su padre, al tiempo que
ayuda al lector, tantas veces manipulado por medios informativos interesados, a descubrir el por qué de ciertas decisiones judiciales tomadas por la más
alta magistratura del país, a favor o en contra, según el capricho o
conveniencia de los de "siempre".

El título del libro, "Suprema injusticia", describe con toda perfección lo que
es, o al menos ha sido, el Tribunal Supremo de Justicia, en los procedimientos
seguidos contra este Juez
 
 
He seguido con atención desde su príncipio, a través de la prensa y radio consideradas más neutrales, esta injusta cacería contra Garzón, hasta su
desolador desenlace final que, como a muchísima gente, me llenó de rabia
e indignación. Como muestra de ellas, envié a la sección Cartas al Director del Diario El País, una vez conocida la sentencia, en el pasado mes de febrero,
el siguiente escrito que reproduzco, con el que pretendía aportar mi granito de arena ante tamaña injusticia.
 
"Es una verdadera lástima que no exista la justicia divina para que pudiese reparar tanta injusticia humana. Y de ello, bien se aprovechan, precisamente,
los que deberían aplicarla en este mundo, que hacen del blanco negro o
viceversa, según sus hipócritas criterios que pretenden justificar en aras de un purista orden democrático que en realidad ignoran, pasando de él
olímpicamente.
 
 
En mi opinión, el terrorismo de ETA no estuvo nunca justificado, pero, creo, que no hubiera estado de más la existencia de algo similar en contra de eso,
que muy bien podríamos denominar como terrorismo financiero-económico,
tan "hábilmente" practicado por los "gürteles" con las necesarias connivencias político-jurídicas.
 
Eso sí, aparece Garzón como posible limpiador de ese terrorismo económico-político, y ahí esta la justicia…, mejor dicho, los "supremos justicieros", los
que le tildan de juez estrella y protagonista, para impedírselo. Y, esto, no es
protagonismo…, esto es aplicar la ley de forma democrática… ¡¡ Olé por sus atributos !!.
 
Ya lo pensé hace varios años, este país necesitaría muchos jueces "garzones". Al menos, ahora que han expulsado de la carrera judicial a
Garzón, podríamos mantener la esperanza con esos otros, pero, lamentablemente, sólo teníamos uno y se lo han cargado de forma ruin
y miserable.
 
 
Lo dicho, es una pena la inexistencia de justicia divina. No tengo ninguna duda de que de existir, qué menos que esos "atributos" que antes mencionaba,
se les hubieran caido al suelo para regocijo público. Y, aquellos terroristas
económico-especuladores, junto a sus valedores y encubridores políticos, habrían sido fulminados por un merecidísimo rayo divino y justiciero".
 
(Esta carta, dicho sea de paso, no fue publicada por El País "debido al exceso de originales recibidos y a la falta de espacio", según amablemente me
contestó el 01.03.12 su director, Javier Moreno).
 
 
Por último, no quiero terminar estos comentarios y reflexiones sin aludir al esperanzador deseo de que, más pronto que tarde, a través de instancias
superiores como el Tribunal Constitucional o, si fuera preciso, Tribunales
Internacionales, restituyan ante la justicia la honorabilidad que, como juez, le fue arrebatada por una banda de "varelas", compinchados entre sí, a modo
mafioso, para hacerle desaparecer del ámbito judicial, por medio de una
sentencia condenatoria por prevaricación,  y que ha terminado siendo el hazmerreir ante el mundo mundial de la Justicia.
 
16.08.12              

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